lunes, 28 de junio de 2010

Grecia. Homero. El reconocimiento


El reconocimiento o anagnórisis es el paso de la ignorancia al conocimiento. Provoca amistad u odio en quienes están destinados a la felicidad o a la desdicha.
(...) los reconocimientos que resultan de la peripecia son mejores, como el caso de Ulises en la escena del baño.
Aristóteles, Poética
Así dijo; la anciana tomó un caldero reluciente y le lavaba los pies; echó mucha agua fría y sobre ella derramó caliente. Entonces Odiseo se sentó junto al hogar y se volvió rápidamente hacia la oscuridad, pues sospechó enseguida que ésta, al cogerlo, podría reconocer la cicatriz y sus planes se harían manifiestos. La anciana se acercó a su soberano y lo lavaba. Y enseguida reconoció la cicatriz que en otro tiempo le hiciera un jabalí con su blanco colmillo. (...) La anciana tomó entre las palmas de sus manos esta cicatriz y la reconoció después de examinarla. (...) El gozo y el dolor invadieron al mismo tiempo el corazón de la anciana y sus dos ojos se llenaron de lágrimas (...) "Sin duda eres Odiseo, hijo mío: no te había reconocido antes de ahora (...)
Homero, Odisea, El reconocimiento por la cicatriz
Entonces un perro que estaba tumbado enderezó la cabeza y las orejas, el perro Argos, a quien el sufridor Odiseo había criado, aunque no pudo disfrutar de él, pues antes se marchó a la divina Ilión. (...) Cuando vio a Odiseo cerca, entonces sí que movió la cola y dejó caer sus orejas, pero ya no podía acercarse a su amo. Entonces Odiseo, que lo vio desde eljos, se enjugó una lágrima (...) Y a Argos le arrebató el destino de la negra muerte al ver a Odiseo después de veinte años.
Homero, Odisea, Argos reconoce a Ulises
(...) Mas anda, Euriclea, ve y tiende su lecho
allá dentro, en la sólida alcoba nupcial construida
en un tiempo por él; pon la recia armazón y haz su cama
sobre ella con pieles y mantos y colchas vistosas."
Tal habló tanteando al marido, mas hete aquí que Ulises
irritado le dijo a su esposa, la fiel y discreta:
"¡Oh mujer! Lo postrero que has dicho es lo más doloroso:
¿quién mi lecho cambió de lugar? (...)
Ningún hombre viviente y mortal ni en su edad más lozana
removido lo hubiera: tenía la labor de aquel lecho
su secreto y su marca y lo hice yo mismo y no otro. (...)
Tal le dijo y en ella quebró el corazón: flaquearon
las rodillas oyendo el preciso relato de Ulises;
rompió en llanto, a su encuentro corrió con los brazos tendidos
y estrechando su cuello le besaba el rostro y decía: (...)
Pero ahora que acabas de dar tan precisas y claras
las señales de aquel lecho nuestro que nunca vio nadie
sino sólo los dos y la hija de Actor, la sierva
que mi padre me dio cuando vine a esta tierra y que en tiempos
custodiaba las puertas del tálamo hermoso, mi alma
se ha sentido rendida ante ti con ser ella tan dura."
Así es como reencontramos en el John Wayne que regresa a casa en "The searchers" ("Centauros del desierto", 1956) toda la carga emocional de un Ulises insólitamente surgido del inconsciente creativo (...)
Jordi Balló, Xavier Pérez, La semilla inmortal. Los argumentos universales en el cine.


No hay comentarios:

Publicar un comentario